
Mi infancia como "El pequeño lector"
En la escuela, mi profesor de literatura me llamaba cariñosamente “mi pequeño lector.”
Y era cierto: adoraba los libros. Me despertaba temprano para leer unas páginas antes de la escuela y me dormía tarde, con una linterna en la mano, leyendo bajo las sábanas.
Cuando la lectura se convirtió en una carga
Pero a medida que fui creciendo, algo cambió. Leer dejó de ser un placer.
¿Por qué? Porque se convirtió en un deber. Mis padres empezaron a decirme qué debería estar leyendo. Había una línea clara entre la literatura "adecuada" y todo lo demás.
Cualquiera que haya crecido en un hogar postsoviético conoce esas típicas bibliotecas caseras: filas de libros gruesos y serios, cargados de importancia, y a menudo desconectados de lo que realmente despertaba alegría.
La lectura se convirtió en otra tarea en la lista de cosas por hacer. Y con eso, poco a poco dejé de querer leer por completo.
El Regreso Inesperado
Años después, estaba en la dacha familiar con Valera. Era una calurosa tarde de verano. Yo estaba tejiendo tranquilamente, y él se sentó a mi lado, tomó un libro y comenzó a leer en voz alta.
Fue Harry Potter.
Escuché. Su voz era suave, la historia comenzó a atraparme…
Y justo cuando estaba completamente enganchado, él dijo:
“Estoy cansado. Tendrás que terminarlo tú mismo.”
Por supuesto que lo hice.
Y para mi propia sorpresa, me encantó.
Sí, leí Harry Potter por primera vez siendo adulto. Y me recordó lo mágicas que pueden ser las historias.
El amor es la mejor recomendación
Después de ese día, Valera siguió ofreciéndome suavemente nuevos libros — aquellos que él sentía que podrían gustarme. No clásicos. No obligaciones. Solo historias. Historias hermosas, conmovedoras, curiosas.
(Spoiler: ahora hace lo mismo con nuestro hijo. Suavemente, con amor, nunca con presión.)
Y lo que he aprendido es esto: los libros son como las relaciones.
No puedes obligar a alguien a amar una historia. No puedes convencerlos de que un libro es bueno "porque debería serlo."
Tienes que dejar que encuentren lo que les habla, incluso si no es lo que tú elegirías.
Dejar Ir y Volver de Nuevo
Si un libro no te atrapa, déjalo ir.
No lo fuerces
Porque obligarte puede llevar a que nunca quieras volver a coger un libro.
Pero también, al igual que en el amor, dale a los libros una segunda oportunidad.
Porque cuando dejamos de leer por completo, algo dentro de nosotros comienza a desvanecerse. Perdemos ese mundo interior, la chispa, la inspiración.
Los libros nos nutren. Nos recuerdan quiénes somos.
Y a veces… nos ayudan a convertirnos en quienes estamos destinados a ser.
Pensamiento final
Lee lo que hace que tu corazón lata más rápido.
Lee lo que te consuela.
Lee lo que se siente como un amigo perdido hace mucho tiempo o un emocionante nuevo descubrimiento.
Los libros no se tratan de cuántos terminas.
Se trata de lo profundamente que los sientes.
Y tal vez, como yo, encuentres el camino de regreso a la lectura — no por obligación, sino por amor.
